CARTA DE LOS NIÑOS A LOS ADULTOS
Autora: Inés de Cuevas
Señoras y Señores:
Con nuestro respetuoso saludo, quisiéramos pedirles que al menos un segundo de todos sus días piensen en nosotros, para que no nos angustie la idea de que muchos de ustedes no nos aman y, de que otros, ni siquiera nos escuchan porque hace tiempo que la atención y el amor pasó de largo por su lado irrespetando el más elemental de nuestros derechos.
Casi siempre vemos a los adultos más cercanos ¡tan ocupados! como la gran mayoría de esos sórdidos individuos a los que llamamos gobernantes... para quienes las niñas y los niños no somos otra cosa que migas de desechos diseminadas por lugares preñados de miseria.
Quisiéramos que en oportunidades, cuando no tenemos una mano amiga que caliente las nuestras, extendieran ustedes el manto del sastrecillo del cuento de Cartay, para abrigar en él nuestros corazones de almendra y nuestra poderosa fuerza de amar a los demás... También quisiéramos que los adultos que aparentemente nos defienden desde elevadas tribunas, fueran como las mamás de los delfines para que nos resguarden de tantos ignaros depredadores que castran los sueños y matan a ese amigo íntimo que llevamos por dentro.
Cuando escuchamos a alguien que lee en algún diario o revista las cifras alarmantes de las niñas y los niños que -como algunos de nosotros- viven a la intemperie entre cartones y latas y, de los que mueren en tierras de América Latina y en otros lugares del Planeta como en el África subshariana y en el Asia meridional por hambre y por otras causas que atendidas prontamente evitarían graves consecuencias en nuestro desarrollo físico, psicosocial o mental; sentimos que la delgada piel de nuestros cuerpos se arruga dentro de las venas y nos ahoga la mesura para responder con coraje a los discursos celebradores del DÌA DEL NIÑO, DÌA DE LOS DERECHOS DE LOS NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES, DÍA DE LA NIÑEZ, DÍA DE LA INFANCIA y de otras conmemoraciones aprobadas en Asambleas, Declaraciones y Convenciones acomodaticias a las abultadas inversiones promocionales de los gobiernos de turno mientras nosotros seguimos siendo los más olvidados.
En ocasiones, tantas cosas que los políticos prometen a favor de nosotros y no las cumplen nos hace desear a un protector adulto que tenga un corazón inmenso... ¡como un globo!... y que nos deje entrar en él para buscar un lugar dónde acomodarnos a nuestro antojo con el fin de animarlo en la lucha por la defensa de nuestros derechos... Un adulto que cuando nos hable nos mire a los ojos para que lea en ellos nuestras alegrías, nuestras esperanzas ante un sueño imaginado o las ganas de llorar por el abandono, la ignorancia y el maltrato de los grandes... Un adulto que no nos etiquete y, que estimule nuestra forma de conducirnos sin hacer comparaciones... Un adulto que se haga niño como nosotros: que sienta palpitar en su pecho un corazón de niño, que por sus venas se mueva la algarabía de la infancia y que se alimenten sus células de nuestras picardías para que cuando nos reunamos, aflore la camaradería de una conversación entre amigos que se cuentan sus secretos... sus intimidades.
¿Saben?... Muchos de los que estamos diciendo todas estas cosas ahora, no tenemos un techo que nos proteja ni pan para comer; tampoco tenemos abrigo para resguardarnos del frío durante los días y las noches de inaguantables desniveles de temperatura. La gran mayoría no tenemos atención médica ni medicinas que nos libren de la muerte en el suelo de algún hospital público... Otra cosa: No tenemos juguetes, ni creyones para colorear... ni libros bonitos para recrearnos... Y, algo muy triste: un enorme porcentaje somos sometidos a la explotación y el abuso de las personas adultas; y esto no es sólo en América Hispana o en la región siberiana de Verjoiansk, donde los niños y las niñas desde la más tierna edad se convierten -a la fuerza- en hombres y mujeres de trabajo; sino que también se repite en muchas regiones africanas, sur asiáticas y de otras latitudes quienes, además del abuso y la explotación, pasan hambre.
Estuvimos pensando que hemos perdido nuestra infancia trabajando en tareas que están muy lejos de nuestros intereses y que no se adaptan a nuestro desarrollo físico, y, algo peor, pensábamos en los niños que no trabajan ni pasan hambre, pero carecen de atención y amor... Realmente nosotros si sabemos qué tan doloroso es el abuso, el hambre, la explotación y la falta de atención y amor...
¡Ah!, se nos olvidaba: queríamos decirles (en voz baja) que en la escuela, la maestra está siempre tan ocupada en sus “DEBERES”, que nunca tiene tiempo para conversar con nosotros de los temas que nos gusta o para jugar y echar cuentos.
Una vez Richard Bach, dijo: “Jamás dejes de ser un niño..... Nunca dejes de sentir, gustar, ver y extasiarte ante cosas tan grandes como el aire, el vuelo y los sonidos de la luz del sol en tu interior.” Pues, sí, qué cosas tan lindas dice Richard Bach; lástima que los que vivimos trabajando de sol a sol no podamos escuchar los sonidos de esa luz en nuestro interior, porque cuando regresamos a casa estamos ¡tan extenuados! que ya no hay espacio para pensar en cosas bonitas con los ojos cerrados........ (el sueño nos domina).
Cada vez que un adulto -de esos que abundan en los carnavales del mundo- se pone su antifaz de mago generoso, sentimos miedo... Pero, cuando revisamos los depósitos de nuestras corazones y vemos que aún hay mucho amor almacenado, nos llenamos de entusiasmo y nos ponemos a recoger trocitos de firmamento para guardar una porción en nuestras almas, de tal forma que nunca se nos apague la estrella de la esperanza y que por siempre habite en nuestro espíritu la ilusión... Así, cuando el calendario nos estire hasta la adolescencia, nuestras manos y nuestros pies no quedarán sujetos a las rejas de ningún correccional.
Dios que todo lo ve... que todo lo escucha y que protege a los niños y las niñas porque sabe que somos buenos, no permitirá que nuestro anhelo de crecer interiormente nos lo arruine la mano castigadora, el gesto inoportuno, la mirada airada, la burla socarrona o la palabra lacerante de algún adulto de esos que encontramos por montones en los caminos que cruzamos.
Señoras y Señores, respetuosamente les rogamos, que cuando se dirijan a nosotros, su lenguaje adopte la música original que sabemos escuchar y entender quienes amamos de verdad... Deseamos que sus manos sólo se levanten para convertir en magia todo cuanto toquen. Le hemos pedido a Dios que ninguno de ustedes apague el resplandor de la fe que entra en nuestras vidas, la luz que ilumina nuestra inocencia para resguardar la alegría que debe acompañar a todos los niños del mundo y... que sea esa misma claridad la que por Navidad espere el beso del niño Jesús, la visita de Santa o el amistoso saludo de los Reyes Magos, que algunas veces traen regalos y otras, No. Pero no es porque nos hemos portado mal como suelen decir algunos de ustedes cuando están mal informados, sino porque no pueden... No importa si no traen regalos, nosotros sabemos que ellos pasan por nuestras casas mientras dormimos y nos dejan un beso en la frente o en la mejilla para que nos enteremos de que estuvieron allí, a nuestro lado. Entendemos que cuando no pueden traer regalos, toman de las altas copas de los pinos y eucaliptos un manojo de colibríes y los echan a volar por encima de nuestras casas para que sintamos el ritmo de las campanitas que suenan dentro de cada uno de nosotros, cuando estamos contentos.
Por último insistimos en que no nos maltraten más, de palabras ni de acciones. El futuro de todas las naciones del mundo les agradecerá.
Reciban un cariñoso saludo de las Niñas y los Niños de cualquier lugar del Planeta.
Hasta pronto.