sábado, 14 de marzo de 2009

TEMA PARA LOS PAPIS, MAMIS, DOCENTES Y OTROS ADULTOS.



LA EDAD DE LOS NIÑOS EN LA SELECCIÓN DE LECTURAS


Autora: Inés de Cuevas

Para facilitar la tarea de pre-selección de textos es imprescindible unir nuestras experiencias a las informaciones obtenidas por investigadores que también han estado vinculados -en su trabajo- a los niños. Es bueno que comencemos con nuestro propio trabajo práctico (como antropólogos): participando de la lectura con los niños como si fuéramos un niño más; así seguiremos un orden de degustación lectora e iremos gradualmente introduciendo otros materiales para complacer a los niños en lo que ellos quieren leer o escuchar.

Una vez pre-seleccionadas las lecturas no es aconsejable determinar esos textos por edades, ya que los párvulos cada día nos dan sorpresas. Considero una verdadera hazaña investigativa definir con claridad las lecturas que se adaptan a una determinada edad cronológica -como habitualmente las clasifican algunas casas editoras- y, en ocasiones, ciertos teóricos y analistas. Ya se ha dicho suficiente acerca de las diferencias individuales; porque es sabido -por los estudios realizados por muchos psicólogos- que entre la edad en años y la intelectual del niño existen diferencias bien marcadas. "Cualquier división por edades, en forma tajante (...) es arbitraria (...) para decidir el nivel de literatura a cada niño; nivel que depende de diversos factores y no exclusivamente de su edad cronológica", aclara Piedrahíta
(15).

Los resultados que arrojan las investigaciones de algunos ensayistas no deben calificarse como concluyentes, ya que hay muchas reflexiones que no se apoyan en experiencias tan recientes como las nuestras. En las tertulias con los niños de Los Viveros Literarios no nos hemos encontrado con situaciones donde los pequeños rechazan una obra porque fue escrita especialmente para niños o calificada como Literatura Infantil. Más bien los antecedentes que tenemos se relacionan con los libros etiquetados por edades. Cuando un niño que ya lee se encuentra con la advertencia de que es un libro para tal o cual edad, aunque le haya impactado por el formato, las ilustraciones o el título, lo deja a un lado al descubrir que ese libro no es para él porque está rotulado con una edad inferior a la suya, entonces dice algo como:
"ese libro no es para mí, es para mi hermanito; yo ya tengo tantos años" o, "este libro es para fulano que tiene tales años; yo ya tengo tantos". Efectivamente se castra el entusiasmo. Pastoriza de Etchebarne, señala que: "en el plano de la creación literaria (...)vemos que cuentos seleccionados para niños del Jardín de Infantes, suelen gustar a niños mayores (de 8 a 10 años)”(16) (o viceversa). Sería un error creer que los cuentos para Jardín de Infantes no interesan a niños de mayor edad" (17).

Insistimos en lo absurdo de esa clasificación, la que cohíbe en muchos lectores niños su acercamiento a los libros. Ese parcelamiento por edades en lugar de ayudar a los niños los confunde. Esa práctica alcanzada por algunas casas editoras contradice, al menos, nuestras experiencias.

Estimo que, en la pre-selección de lecturas para niños además de estar alerta para evitar ese etiquetamiento por edades específicas, debemos ser cuidadosos con las opiniones que determinan el grado de validez de ciertos materiales o de cómo proceder para fijarlos en la memoria de los pequeños. todo texto que se lea a los niños ha de ser para disfrutarlo y comentarlo; no para aprenderlo de memoria sin la autorización espontánea de ellos y tampoco para realizar tareas complementarias preparadas por los adultos.

Las opiniones de tantos teóricos, estimulan nuestro interés para mantenernos como gendarmes ante la opinión equivocada de ciertos "investigadores" que eventualmente interactuaron con niños por la obligatoriedad de un trabajo de ascenso o de una tesis de grado, maestría, postgrado, etc., pero que no han tenido un seguimiento evolutivo, práctico, de sus teorías.

Las reflexiones anotadas a lo largo de estas páginas aun cuando responden a experiencias ganadas durante más de treinta años de convivencia con la infancia, tampoco despejan nuestras incógnitas. La tarea continúa. Falta mucho por recoger. Tenemos la gran responsabilidad de seguir investigando hasta encontrar lo más cercano a la verdad. A ratos pienso que podemos pasar la vida hablando, discutiendo, analizando, deduciendo; pero no es más que nuestra experiencia guardada en hojas de papel, en borradores sueltos. La línea de nuestro pensamiento debe conducirnos a un trabajo de acción colectiva con participación de docentes, lingüistas, semiólogos, psicólogos, escritores de libros para niños, investigadores de campo y otros adultos conocedores del alma infantil que deseen sumarse a la tarea.

Nuestro proyecto Viveros Literarios lo hemos ido desarrollando con cierta agudeza y atención práctica, de tal manera que los niños sean escuchados y respetados en sus preguntas y respuestas, para que nunca asuman actitudes de inacción o desinterés.

Allí no los empujamos a los textos con ardides, ya que el párvulo llega a los libros sin desmesurados esfuerzos del adulto ni obligaciones para él. La lectura entra en el niño como el juego, que entra en su vida sin ningún tipo de imposición. Para lograrlo, el adulto más cercano al niño (padres, abuelos, tíos, maestros) procurará crear un ambiente en el hogar o en los primeros años de Preescolaridad, rodeado de amenas lecturas, de buenos libros que no estén junto al niño sólo para manipularlos y hojearlos sino también para leerlos y comentarlos. "Habrá que crear las condiciones para que el niño conviva con libros y con gente que lea", dice Álvaro Agudo (18).

En Los Viveros Literarios solemos mezclar el juego con la lectura porque a los niños les encanta; ya que jugamos leyendo, o leemos descubriendo que jugamos; o: "jugar hacia dentro, (...) jugar con la palabra en el sentido pleno de jugar", como bien lo propone Danilo Sánchez Lihón (19). Sobre todo a los más pequeños les agrada que personifiquemos a los seres inanimados a pesar de quienes afirman que al niño no se le debe mostrar el sol con ojos, o las nubes, o la luna con cabellera y velo de novia, y menos aún una flor en zapatillas o un escarabajo con levita y bastón porque según el criterio de “esos pensadores", se desfigura la realidad.

Somos respetuosos de la realidad de los pequeños, ya que su mundo imaginario está hecho de fantasías mezcladas con algo de realidad. Y también está hecho de otras vivencias distintas a las de los adultos. Los niños ven a los personajes de sus historias con los ojos del alma soñadora; no con los del adulto desconocedor de las vías de acceso a la aldea maravillosa de la infancia.

Cuando escogemos lecturas para los niños desde la experiencia de buen lector, seguros de haber realizado una buena pre-selección, podremos olvidarnos de algunas teorías que nos atropellan, que intentan confundirnos. Pero para llegar a esta seguridad, hay que afinar el gusto estético, preparar el basamento con conocimiento.

En los textos que hemos escogido para las actividades en los Recreos Literarios tampoco nos hemos detenido en la clasificación que algunos estudiosos proponen como la más apta para los pequeños porque les habla de objetos, personas y ambientes que les rodean.
Nuestro trabajo es buscar los temas que más gustan a los párvulos, pero con criterio de buenos selectores. Asumiendo con responsabilidad los planteamientos de teóricos que hayan trabajado con niños, para equilibrar sus juicios analíticos con nuestros registros diarios. Lo fundamental es que los textos abran las ventanas maravillosas del mundo de la ficción en los niños y que entren a enriquecer su interioridad, provocando en ellos alguna respuesta, algún comentario.

Cuando los párvulos tienen el primer contacto con la lectura que les impacta, son como semillas dormidas que ha despertado el sol, son como pequeñas hojas respirando laminillas de aire delgado. Y no es que ellos no posean todo un bagaje de sentimientos o percepciones e imágenes. No, lo que pasa es que la lectura favorece la exteriorización de ese potencial de ideas que los niños tienen, tornándolos espontáneos; es entonces cuando exceden en comentarios comparativos acompañados de interrogantes interesantísimas que la timidez innata -en algunos- no le había permitido actuar de ese modo, en otro momento.

NOTAS:


15.- Piedrahita, Rocío Vélez de. Guía de Literatura Infantil. Bogotá: Grupo Edit. Norma, 1991, p. 61.

16.- Etchebarne, Dora pastoriza de. El Arte de Narrar. Un oficio olvidado. Buenos Aires: Edit. Guadalupe, abril, 1978, p. 37.

17.- Idem. p.42.

18.- Agudo, Álvaro. "La promoción de la lectura como animación cultural". En: Parapara. Revista de literatura infantil. N° 9, Caracas: Centro de Documentación del Banco del Libro, jun., 1984~ p. 33.

19.- Sánchez Lihón, Danilo. Literatura Infantil y Educación Inicial. Lima, Perú: Instituto del libro y la Lectura, (s/f.), p. 10.

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