jueves, 5 de abril de 2012

BRUJAS EN LA VELETA DEL TORREÓN


         Autora:    Inés de Cuevas
Imágenes de Google.  Composición ilustrada en PowerPoint




En el pueblo de Allaquedó, los  habitantes eran tan  intranquilos y raros, que  al encontrarse en cualquier  esquina o calle, se saludaban inclinando el  cuerpo hacia el lado  derecho, hacia el lado izquierdo,   hacia atrás o hacia delante haciendo una venia, dando volteretas o danzando sin parar...   Claro, todo dependía del rumbo que                                                 llevara el viento. 
 Por  eso, antes de saludarse miraban fijamente al torreón de la antigua  fortaleza.                               
         
Era que en lo alto de esa torre había un  pentagrama y, cuando el gallo   
   cantaba, las notas volaban, metiéndose por las rendijas de las puertas o de las ventanas, y barriendo las calles del poblado, los techos de las casas, los bancos de la plaza, el césped de los jardines, los cables de la electricidad, las copas de los árboles... y,  paremos de contar.

       Cierto día llegó a Allaquedó  un circo con muchos animales y payasos. 

Los niños y las niñas mostraban vivo interés por las cosas que había bajo la carpa de colores, pero todo dependía del pentagrama, o para decir mejor, de la dirección de las notas de ese pentagrama; así que si la flecha indicaba el punto Este, el viento amable y cariñoso con los niños y las niñas,  lanzaba su mensaje en forma de canción:

El circo ya llegó,

tomados de las manos

iremos hasta el circo
cantando mi canción.

Yo soy el viento Este
que desprendió las notas
de la veleta alegre
del viejo torreón.

          Pero no habían entrado en la carpa cuando se produjo un fuerte resonar.  Todos miraron fijamente a la Veleta del Torreón que se movía impaciente, indicando el punto Oeste.  Había cambiado tan rápido la partitura, que los niños, asombrados, no sabían qué era lo que realmente ocurría, hasta que desde lo alto llegaron los acordes de otra canción:

Yo soy el viento Oeste,
que quiere ir al circo
a ver a los payasos
cantando y dando  brincos

         Todos entraron en la carpa. Los vientos estaban tranquilos y las niñas y los niños, también.  La primera escena consistía en que el payaso  Pelirrojo  debía llevar en el extremo norte de su varita mágica, la nota DO en Clave de Sol para lanzarla al trapecio.  Pero, cuando hizo el intento, la nota se quedó adherida a la varita y no había manera de despegarla.   Entonces, el viento Este
-siempre amable con los niños y las niñas- dio un profundo resoplido que de inmediato puso a la nota  (con zapatillas y todo)  en el balancín...  No sabemos cómo, ni de qué lugar del circo, un grillo saltó al trapecio con la nota RE.      De inmediato, hubo un silencio sepulcral y la carpa comenzó a moverse fuertemente.   El viento ESTE asomó la cara para mirar a la Veleta del Torreón...    observó cómo el viento Norte venía cargado de furia porque habían omitido su nombre en la lista de invitados a la función. Las notas que aún no habían actuado, presas de miedo, no querían salir, pero vaya magia la del mago Hadabán: con patines, y en su pipa de tabaco, llevó en secreto las notas Mi, Fa, Sol, La, Sí; que en una columna de humo subieron hasta el trapecio para empezar la función...    

               Solamente faltaba la Clave de Sol.

         Pasaban los minutos y,  nada.  El pentagrama no estaba completo  ¿Dónde se habrá metido la Clave de Sol?.    Los vientos empezaron a preocuparse y salieron a buscarla.     Ya no estaba en la Veleta del Torreón…  El viento Norte la llevaba por los aires entonando esta canción:

La Clave de Sol es mía
la bajé del torreón
para entrar con ella al circo
y poder ver la función.

        El viento Este y el viento Oeste guardaron silencio...  Profundo silencio.  Sentados, todos esperaban la presencia del viento Norte. Cuando el viento Norte entró, las notas que estaban en el trapecio comenzaron a cantar:

Se acerca el viento Norte,
la veleta ya cambió
Ahora, digamos todas:
Llegó la Clave de Sol.

        El viento Sur que era más sereno y pacífico, entró detrás del viento Norte para refrescar el ambiente dentro de la carpa, pero se ubicó -sin darse por advertido- justo, al lado de un payaso preguntón.

El payaso se acercó lo más que pudo, e interrogó al viento Sur:


-¿Quién marca su ruta en el pueblo? 
 -A lo que el viento Sur contestó:

-La Veleta del Torreón

-¿Por qué la Veleta del Torreón?    -Preguntó el payaso.

-Porque tiene  guardada  -en su flecha- una canción.

-¿De qué canción me habla?

-De la canción de los vientos

-¿Qué dice esa canción?

-No te lo puedo decir,  porque  es un secreto

-¿ Y, por qué es un secreto?

-Porque solamente lo sabe la Bruja de la Veleta.

-¿Y, quién es la Bruja de la Veleta?
-preguntó (intrigado) el payaso.

-Para saber quién es la Bruja de la Veleta
-respondió el viento-
tienes que revisar toda  la obra artesanal de Minutti o hacer un largo viaje a la América del Sur.

-¿Y... Quién es Minutti?    - interrogó el payaso.

-Minutti es un artista mexicano que desde hace años funde manualmente (en aluminio) pieza por pieza para moldear -en relieve- cada una de las veletas de su colección. Y... ¡¡Qué colección...!!  -respondió el viento Sur.

-¡Aaaaaah...!   -Replicó el payaso, interrogando de nuevo: 
-¿Qué otros secretos hay entre ustedes y las veletas?

-Bueno, que ellas conocen desde hace muchíiiiisimo tiempo, “todas las posibles y caprichosas direcciones” que se nos antojan, y que en la antigüedad nadie  se hubiese enterado de esto de no ser por las veletas.

Cuando el payaso consultó su reloj, vio que eran las dos de la madrugada y que ya la carpa había quedado vacía.    Estirando los brazos lo más que pudo y dando un laarrrgo bostezo, se retiró a descansar   y, el viento Sur,  continuó su  acostumbrado camino para recoger  en los meses de julio a octubre, historias de huracanes, tornados y ciclones en los mares tropicales de nuestra América.





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